sábado, 3 de junio de 2017

Bohemio y de Villa Crespo


“Juan, hoy vamos a la cancha, hoy vamos a ver a Atlanta”, y me tiro una camiseta amarilla y azul recién comprada arriba de la cama.
6 años tenia, y sigo recordando esa frase. No entendía quien era Atlanta, y porque mi viejo era de ese cuadro. No entendía porque me decía “hoy juega el bohemio”. Que palabra rara, que significaba el bohemio, que significaba ser Bohemio.
Era la primavera del 90, el Mundial paso, y mi pasión por el futbol construyó su primer llamita de fuego para quedarse. Las puteadas del Diego, la melena de Cani volando entre brasileros, los penales atajados del Goyco, pero sobretodo, salir temprano del colegio para ver los partidos en familia. Seguían siendo sensaciones que daban vueltas en mi cabecita. Había comprendido algo de eso que se llamaba futbol, y esa pasión que generaba. Por eso, ese tarde de octubre, lluviosa como esas primaveras que buscan lavarle la cara a un año amargo, fuimos hasta Villa Crespo.

En ese momento vivíamos en el Conurbano, en el medio del oeste agitado, en un barrio coqueto (que ahora se llamaría "progre") conocido como Ciudad Jardín. La estación de El Palomar era nuestro punto de salida para conocer siempre algo nuevo en la capital, y esa hora de viaje provocó charlas, risas y sueños de saber de que se trataba ir a la cancha. De ir a ver a Atlanta.

“Ves esos tablones, ahí esta la cancha”, desde chico siempre me sucedió lo mismo. La cancha de Atlanta la sentía gigante.
Así llegamos a la estación de Chacarita, mi viejo empezó con la frase que termino siendo la misma durante años, como buen taxista que conoce todos los limites de los barrios, “¿por que es Chacarita si estamos de este lado de Dorrego? ¡Tiene que llamarse Villa Crespo la estación!”. 
Agarramos Corrientes y doblamos en Humboldt. De profesión historiador autodidacta, mi viejo me explicaba que Humboldt era conocido como el “padre de la geografía”, y para mi, pasear por esas callecitas era conocer un nuevo mundo que Humboldt no logro descubrir. 
Los colores amarillos y azules empezaban a dominar las calles, y se escuchaban los cántitos de la hinchada. La lluvia amenazaba con ser la estrella del día. 
Quilmes era nuestro rival, aunque ese día Atlanta tenia mas rivales que solo 11 jugadores con la remera blanca. Siempre sentí que fue así, siempre sentí que a los alientos por un quite, por un esfuerzo, o por una buena jugada le seguía la puteada o el murmullo, ahí había una parte de ese sentir del hincha. El que daba todo, pero esperando todo. Porque eso son los hinchas. Los verdaderos que quieren a sus colores quieren todo y mucho mas. 

La lluvia se empezaba a sentir y con mi viejo nos tapamos abajo de la platea. Esa primera vez que vi a un equipo con las franjas amarillas y azules salir de los vestuarios lo vi a upa de el, detrás de la pared blanca que separa los asientos del bajo platea. Salió Atlanta. Los papelitos que rompimos del Clarin que agarramos en la estación volaban los mas alto que pudimos lanzarlos. La hinchada saltaba debajo de la lluvia. Los bombos redoblaban con fuerza. “Atlanta, mi buen amigo…”. Empezaba el ritual.

Comenzó el partido. Y si les digo la verdad, recuerdo muy poco. Solo ciertas pequeñas fotografías sacadas con mis ojos en momentos donde dejaba de jugar a la pelota con otros chicos. Cancha embarrada, viejos con boinas con la radio pegada a la oreja y hablando un idioma raro entre ellos, gente puteando palabras que en mi vida de 6 años había escuchado, pibes con gorritas que alentaban y se conocían de memoria los cánticos, y los paraguas. De todos los colores, de todas las formas, inclusive uno destrozado, sacado desde adentro del campo de juego por el hombre de negro. Y mi viejo, mirando el partido, tratando de analizarlo, explicándome cosas que en ese momento yo no entendía, pero que, en el fondo, sabia que el no la estaba pasando bien, que no parecía ser la tarde que imagino para ambos, para pasar un buen tiempo entre padre e hijo. Aunque admito que los sabores de esos patys nunca podrán ser borrados. 

1, 2, 3, 4 goles. Todos de Quilmes. La lluvia que golpeaba contra la platea agrandaba el griterio de los hinchas. Mientras yo jugaba detrás del puesto de sanguches de chorizo. La cara de mi viejo languidecía. La primera vez que sentí la tristeza de mi viejo por no poder darme algo que quería. Esa impotencia lo deprimió. Esbozaba ciertas puteadas que nunca había escuchado de su boca, y sentí que el también se convirtió en algo que en ese momento no quería ser, pero que igualmente lo sentía desde muy adentro y parecia inevitable. 
El partido termino. La gente puteaba al aire, quizás a un jugador, quizás a un dirigente, quizás a su comienzo de un fin de semana triste, quizás a su vida. Las miradas al piso se multiplicaban, mi viejo era uno de esos. Siempre buscaba razones a todo, si pasaba algo era por esto; termino siendo así porque viste que empezó de esa forma; esas frases explicativas siempre salían de su boca. Pero por primera vez sentí que mi viejo no buscaba razones, que no quería entender porque había pasado esa derrota, de porque la primera vez que llevaba a su hijo a ver a su equipo tenia que volver con una goleada en contra, por eso su mirada era la misma que todos los que bajamos por las escaleras de la platea. Triste y solitaria entre la multitud.

Desde abajo, busque su mirada. Lo mire. Me miro. Lo abrace, y le dije “no te preocupes viejo, yo quiero ser de Atlanta”.



lunes, 6 de octubre de 2014

La vida (no) es bella

Vivimos en un mundo fugaz. Cada vez mas, nuestro planeta se parece a un meteorito que va rapidisimo a través del espacio, perdiendo partículas en la nada y directo a implosionar. La inmediatez le quito el paso a la crítica, la rapidez al pensamiento. De esa forma vivimos rodeados de apuros sin sentido, y donde el que para la pelota y trata de pensar esta estorbando.

El cuerpo es una masa de carne que terminamos matando con las adicciones, tanto a lo bueno o a lo malo. Parece ser que “dejar un cuerpo bonito” es la frase del momento. No importa que le metamos, solo en exceso sirve. Cocaina, ketamina, Crossfit, fast food, fashion, facebook, twitter, whatsapp.  Copiar modas excéntricas y extranjeras nos convierten en estos animales atrás de la pelotita de la perfección y auto-satisfacción. Somos animales de consumo, sin pensar lo que queremos,  buscamos el placer inmediato. Todo lo que consumimos nos tiene que dar felicidad, nos tiene que poner alegre. Lo material es sinónimo de paraíso.
Stress, antidepresivos, ansiolíticos, ataques de pánicos, arritmias, accidente cardiovasculares nos dejan en claro que la aceleración de la vida no lleva a otra cosa que chocarse de frente contra el paredón de la insatisfacción y la destrucción corporal y mental. Por eso, todo lo que consumimos hasta el hastío no nos da alegría, solo nos quita la posibilidad del razonamiento, de la alegría del calor humano.
La deshumanización que vivimos nos hace creer que la “amistad” no es otra cosa de cuantos te siguen, sin importar si lo conoces o no. La paradoja es que cuantos mas “amigos” en las redes sociales tenes, menos contacto humano tenes. Las redes sociales por lo visto, fueron concebidas para eso, para tratarnos a través de una pantalla. Ayudan en la distancia, pero rompen con esa imagen del amigo sentado en un bar tomando algo y charlando de la vida.
Esa “deshumanización” nos muestra que los modelos perfectos del sistema no son otra cosa que estereotipos de laboratorio armados por el marketing global. Mujeres tratándose como prisioneras de guerra, autoflagelandose a través de ingestas de dietas a base de gramos de comida y operaciones sin sentido en la naturaleza de sus cuerpos, y expulsando  vómitos de bilis. O sino los varones, armados como soldados de un ejército de parecidos, con cuerpos tallados donde el musculo principal es el abdomen, y con cortes de pelo, barbas, anteojos, y tatuajes queriendo ser diferentes al resto de los iguales.
 
Como todo modelo, la belleza incluida es selectiva y minoritaria, mientras que la gran mayoría es excluida y discriminada. Si no sos adicto a moldear el cuerpo necesario en un gym (o en un cirujano plástico) para tener un buen trabajo, un buen auto, una buena mujer, siempre tenes algo para comprar y autosatisfacerte un poco. Y si tampoco podes comprar, miralo a través de la pantalla donde todo lo que pasa es oro, y vos no lo sos, ya que estas ahí, sentado en tu sillón, comiendo hamburguesas de delivery. Porque si hay algo feo en este sistema, es el pobre. Mientras que la necesidad de ser un “modelo” del sistema es la hoz, la masividad de los medios es el martillo de todos los días que a través de las publicidades, el marketing y lo moralmente bello o no, penetran en las mentes dia tras dia en la gran danza de perdedores.
De esta forma, este modelo masivo y deprimente va penetrando lentamente en nuestros actos cotidianos. Y por eso, lo mas triste y concluyente es que nos confundimos y determinamos que nunca queremos lo que tenemos, sino que queremos lo que no tenemos, y así la felicidad no es otra cosa que la propiedad; lo tengo o no y ese camino incesante donde la meta no existe. Al querer lo que no tenemos, no nos damos cuenta de lo que tenemos, y así pierde sentido todo lo que formemos. Perdemos mucho con esta necesidad del sistema de tener o no tener. No tenemos un auto, queremos un auto. Tenemos un auto lindo, queremos un auto importado y lujoso. Tenemos un auto importado y lujoso, queremos un helicóptero. Y así en todos los sentidos de la vida, solo perdemos. Siempre perdemos, sobretodo los momentos de disfrutar.
 
 

viernes, 15 de agosto de 2014

Volver a escribir

Hace mucho que no escribo. Escribir me significa una forma de catarsis, una forma de sacar lo que tengo dentro mí y exponerlo en un conjunto de palabras que tengan un sentido y un contenido. Eso, las palabras, las palabras conjuntas forman uno de los tesoros más preciados que son los libros. Esos mismos que desde mi infancia decoraban las paredes de mi casa en Palomar.
Me acuerdo de reírme por nombres que no sabía pronunciar. Marcel Proust, Sartre, Hemingway, Fanon, Brecht, o los escritores rusos como Tolstoi o Dostoievski. Gorky era un nombre que siempre, inclusive ahora, me saca una sonrisa.  Y encima era el “Massimo Gorky”. Entre esos autores con nombres raros para mi, estaba mi viejo. Vivíamos con cada novela un parto. Siempre igual, siempre mi viejo diciendo “hice la ultima corrección”, y festejándolo con una picada y un Gancia en la terracita frente a la plaza del Avión. Así cada dos sábados siempre pasaba lo mismo, y los Gancias se bajaban lentamente.
Esos libros me hicieron pensar, disfrutar, emocionar, llorar. Esos libros me hicieron reflexionar, y me hicieron escribir. La pared multicolor de libros provoco en mí esa rareza necesaria de escribir las cosas que sentía. De escribir ya no por un fin, por un premio (cosa que he tenido) sino como una forma de liberarme. Escribir fue mi primera sesión de psicoanálisis.
Siempre mi viejo me decía lo mismo, “si no te gusta lo que estás leyendo, cerralo, y agarra otro”. Y así los libros, la literatura y la escritura se convirtieron en una parte de mi vida esencial.
La literatura me convirtió en su groupie, escritores y actores desfilaban por mi casa, con correcciones y caras de haber dormido poco. Así también descubrí nuevos olores y sensaciones. La imagen de cinco o seis escritores, realizando una lectura en grupo, entre humaredas de cigarrillo y algún alcohol en forma de botella me hizo ser un fumador social y un tomador más que social. Pensar que algunas veces las imágenes te convierten en eso que queres por ser simplemente eso: una imagen que te gusta.
Por eso, estos meses sin escribir se volvieron tediosos, de algunos mal humores pero sobretodo, de no saber expresarme mejor. Hace poco entendí que me pasaba, que sentía, porque no volvía a picarme el bichito de escribir. Conectaba directamente los libros y la escritura con mi viejo, su muerte y su ausencia. Creo que la muerte en si no es dolorosa, la ausencia se convierte en esa imagen donde esa persona se tacha, donde esa persona no está mas. Y sobrellevar esa ausencia es triste, depresiva y conmueve.
Ya no voy a volver a leer las múltiples correcciones de los libros de mi viejo,  no voy a volver a charlar de esos libros o autores que nos emocionaban. Siempre recuerdo que ellos, mis viejos me convirtieron en esto. Me descubrieron en parte este mundo, y yo a mi modo, le mostraba mi mundo que eran libros de autores nuevos o nunca leídos por ellos. Un día vi que mi viejo me había robado un libro de Fogwill y a la semana me cuenta “que gran escritor que es Fogwill”. La emoción que sentí, es la misma que me pasa ahora cuando le leo cuentos a mi hijo tirado en la cama. O cuando mi vieja me pide “El perfume” de Suskind porque quería saber de qué se trataba.
Esos cuentos también formaban parte de mí. Cada vez que era chico, antes de dormirme, como un cliché del sueño (norte) americano, mi viejo siempre me inventaba cuentos de Bugs Bunny y el conejo Tambor que vivían en la Bahía Samboronbom, y cada vez que nos íbamos de vacaciones a Mar del Plata, no me dormía buscando a los conejos por ahí al costado de la Ruta 2, a ver si los veía saltar y escaparse de los lobos. Todavía lo sigo haciendo.
Esas palabras, esos cuentos y libros me formaron. Me hicieron ser lo que soy. Y no puedo dejarlo porque si. No porque crea que sea un escritor maravilloso, sino porque es mi forma de pensar la vida, de reflexionar sobre la condición humana y, no quiero parecer un Bucay u Osho cualquiera, es mi forma de sentirme bien conmigo mismo.
Estas palabras fueron un reto para mí. No sé cuantos leerán lo que acabo de escribir, pero sepan que me tomo un esfuerzo poder volver a escribir sobre estas sensaciones. Porque la ausencia de una persona importante como fue mi viejo no quita el amor por lo que uno tiene. No quita la forma en que uno se conecta y vive con el resto de las personas, pero sobretodo, con uno mismo.


lunes, 24 de marzo de 2014

24 de Marzo en la plaza

24 de Marzo. Una costumbre, o mas que eso, una tradición militante siempre se apoderaba de mi familia. Ir a la plaza de mayo a ver a la gente pasar, ver cuantos eramos, sentirse identificados  con mas gente que piensa como nosotros y que despliega las banderas rojas y decirnos “somos muchos; mas de lo que creíamos”. Ver las columnas de trabajadores, estudiantes, clases medias y demás pasar, y que mi viejo me cuente esas historias de la militancia caminando por las veredas atiborradas de Av. De Mayo. Me contaba como aquella vez que durante una movilización en plaza de mayo durante el Onganiato ante la represión policial se tuvo que tirar hacia un subsuelo de un banco por los palos de abollar ideología, y torcerse los tobillos hasta que alguien lo saque atado “como una vaca”. O aquella vez que filmo para el Inca, las columnas del movimiento peronista marchando durante uno de los últimos discursos de Perón, y lo apretaron unos matones de campera de cuero al grito de “a mí no me filmes la cara”, y él se refugió con su equipo y cámara atrás de Montoneros, donde contó de parte de quien venía, y ellos le terminaron ayudando a darle seguridad en el acto. O esa vez, en su primera detención, donde lo metieron en cana simplemente por tirar panfletos en la esquina de Boedo y San Juan donde pedía por la reincorporación urgente de los trabajadores de Vasena con un dibujo de una hoz y un martillo. Esas historias las cuento ahora, porque cada 24 de marzo mi viejo me las contaba como si fuese algo nuevo, con ese orgullo del militante, y eso terminó integrando parte de lo que somos como familia, y de lo que soy como persona.
El primer 24 de marzo que me llevo mí viejo terminamos reprimidos por la policía. Tenía unos 12 años, y en ese acto tire mi primer (pero no ultima) piedra ante el embate de la policía. Mi viejo me agarro de los pelos y me grito: “nunca más te pongas adelante, nosotros tenemos que preservarnos”. Así era mi viejo; un estratega, pero sobretodo, un calenton. Un tipo que durante el 20 de diciembre, al ver desde un bar, juntos, la represión a la Madres de Plaza de Mayo en su pirámide me dijo: “ya sé, anda a la plaza, pero no le cuentes a tu vieja que se vuelve a infartar”. Tenía 17 años, y apenas entro a mi casa, me espera con la ducha abierta, para que me saque el “olor a gas”.
A mi viejo lo persiguió la triple A, por su trabajo y su militancia comunista. Desde el cine y las letras desplego su arte mostrando la opresión y la mezcla de lo político e ideologico en  el seno familiar.
Hoy fui a la plaza con mi familia, creo que desde algún lado mi viejo veía a esa juventud (de la cual soy parte) marchar con sus amigos, con sus familias, y me empujó a que alguna lágrima se me caiga al ver el compromiso de la militancia. La militancia es eso, es convertir la ayuda, la cooperación social con los oprimidos en una herramienta cotidiana que permite ser un motor de transformación. Por eso, al pensar en su militancia, una militancia signada por las tragedias, las persecuciones, las represiones, las mudanzas, las desapariciones, veo que mi militancia signada con los mismos valores pero en otro contexto, le dibujara una mueca. Igualmente, como todo trabajo de transformación social esa mueca esta marcada  por lo que falta y por los errores que se están cometiendo.
Mi viejo me enseño a militar. Mi viejo me enseño a ser en gran parte lo que soy. Por eso, siento la necesidad de seguir militando, y de seguir transformando, desde mi grano de arena.
Este 24 de marzo, fue el primero sin mi viejo. Pero fue el tercero de mi hijo.
 
    Thiago bajando el cuadro de Macri
 

viernes, 14 de marzo de 2014

martes, 25 de febrero de 2014

El massismo, el arma poltica para la profundizacion de los oligopolios

Hace poco, Felipe Sola y José Ignacio de Mendiguren, en diversas declaraciones permitieron establecer una estructura de pensamiento de lo que es el Frente Renovador en la realidad política actual. La vuelta al discurso económico de que la inflación es generada por la puja salarial nos lleva de vuelta a los 90s donde los ajustes “reales” eran generados congelando salarios reales, para luego reducirlos, y después no poder siquiera usar los ahorros, ya que esos ahorros servían para mantener el sistema financiero.

“La gente está dispuesta a bajar sus salarios si fuese necesario”, dijo, muy suelto, Felipe Sola. Mientras que en las pantallas de C5N, De Mendiguren pedía “suspender las paritarias” para salir de esta “supuesta” crisis económica generada por el gobierno. Siempre son las mismas estructuras de pensamiento que tratan de combatir el principal mal de esta sociedad: la clase trabajadora. Ya no es necesario aclarar que el congelamiento de salarios perjudica de forma directa a la clase trabajadora y a una gran parte de la clase media empleada.  Pero lo que no deja de esclarecer es el remedio a esta “supuesta crisis”. Ajuste, devaluación y que lo pague el trabajador.

Está claro que hablamos de “supuesta crisis” porque esta alza de precios fue armada por las corporaciones agrarias, alimenticias y de medicamentos, amparados por la usina mediática privada del Grupo Clarín y sus progenitores. El “miedo y la incertidumbre del aumento”, como la híper inflación de los 80s, que generaba aumento en el consumo, y sobretodo, aumento irrisorio de precios es un circulo vicioso difícil de digerir si uno piensa que esto está siendo generado.
 


En primer término, esta situación vivida en estos días es incomparable con una hiperinflación donde los aumentos eran en horas e inverosímiles y los salarios se paralizaban ante el intento logrado de desarmar el aparato industrial por el menemismo. En segundo término, los aumentos generados sobre diversos productos se deben a una necesidad empresarial de mantener los mismos márgenes de ganancias que antes. Partamos de un caso donde no existe la influencia de las importaciones ni de las divisas extranjeras como es el cemento. El cemento es un oligopolio, el 96% del mercado lo controlan 3 empresas. Si, solo 3 empresas. Cemento Avellaneda, Cemento Minetti, y Holcim (ex Loma Negra). Está claro que la materia prima es nacional, y sobretodo la mano de obra se paga en pesos. Durante los 3 días de la “estampida del dólar”, estas 3 empresas aumentaron un 25% la bolsa de cemento. ¿Casualidad o causalidad? Lo mismo que aumentó el dólar en esos días de Enero. Una bolsa de Cemento Portland pasó de cobrarse 47$ finales (con IVA incluido), a 57,50$ finales, posterior a la estampida. Pensemos este caso, y multipliquemos a la siguiente lista.

 
 


El gobierno nacional al emplear la política de los #PreciosCuidados establece un punto de partida intermedio. Por una parte, beneficia al consumidor directo de productos que es el pueblo bajando y fijando precios de bienes de supervivencia como son los alimentos. Pero por otra parte, permite que el “mango de la sartén de los precios” lo siga teniendo esta clase especuladora empresarial controladora de los bienes y servicios que consumimos. Por eso mismo, el precio esta manifestado por un componente esencial que es el costo. Esto debe guiar al gobierno nacional, ¿cuál es el costo de un producto? Y a partir de allí generar un precio para el consumo interno de los productos. Para eso es necesaria la Junta Agro-Alimentaria que controle desde la producción hasta la comercialización de los productos en el mercado interno. Que no tengamos influencias por aumento de divisas o incertidumbres financieras sobre nuestra canasta básica. Hoy, en 2014, si pensamos un poco para atrás, da más bronca pensar que un “voto no positivo” permitió no generar un instrumento recaudatorio importantisimo como las retenciones al comercio agrícola que se podría haber utilizado para la formación de esta Junta o para controlar la producción agrícola altamente competitiva. Si pensamos que un conjunto de no mas de 100 empresas controlan el 80% del comercio nacional, desde las agropecuarias, las alimenticias, las energéticas (YPF incluida como una sociedad anónima) , las mineras y las metalúrgicas, y que se encuentran concentradas en 2 o 3 empresas líderes, sabemos quiénes son los verdaderos formadores de precios. Por eso, resulta como mínimo llamativo, o como yo creo alarmante seguir dejando que este puñado de empresas sigan controlando los precios. La estrategia comercial de estas empresas es clara. Que los aumentos conseguidos en las paritarias salariales y los aumentos a las jubilaciones sean “comidos” por la inflación generada por los oligopolios formadores de precios. Para ellos, los aumentos no valen, o no los merece nuestro pueblo, por eso, desprecian al pueblo trabajador y lo de-precian, subiendo precios con motivos y razones distorsionadas por otro oligopolio como son las empresas privadas de medios de comunicación. A pesar de todo,  el control ciudadano ejercido por los #PreciosCuidados es necesario, pero no es definitivo ni suficiente. Es necesario crear una institución que acompañe al pueblo en su rol de controlador y ponga en regla a estos especuladores no únicamente con multas, sino consiguiendo el objetivo de fijar precios internos que sean posibles auditar por todos. Porque si hay algo que siempre nos enseña el capitalismo en todas sus variantes es que la voracidad nunca se apaga.
 
Por eso, la variante neoliberal del nuevo milenio se presenta como un arma de doble filo. Por una parte, los sectores mas duros, enemigos del gobierno, empresarios de corporaciones, que con la herramienta económica-financiera generan la “enfermedad de la inflación” amparada en la masificación “objetiva” de los  medios de comunicación. Porque esos medios de comunicación reciben millonarias sumas por espacios de publicidad de estos oligopolios formadores de precios (el ejemplo más claro de asociación entre los oligopolios es Expo Agro  manejada por el Grupo Clarín). Y del otro lado, están los congruentes políticos que se acoplan a este mandato ecnomico, como los Felipe Sola, y los Jose de Mendiguren, y desde el aparato politico reclaman congelamiento de salarios para cumplir con el plan de los oligopolios. Ajuste en los salarios y que no haya discusión sobre los precios y su formación.

Por eso, en este momento histórico, donde la usina neoliberal cobra fuerza, donde la restauración conservadora se hace oir a través de intentos financieros de golpes en toda America latina es necesario que el gobierno busque contrarrestar esta movida especulativa, no con las formulas para  generar “confianza” en los mercados, sino combatiendo el capital y generando mecanismos, instrumentos e instituciones para que el precio interno no siga subiendo como la Junta Agro Alimentaria. La nacionalización del comercio nacional se hace indispensable para que el neoliberalismo aggiornado no logre capitalizar la opinión pública ni mucho menos logre intentar golpear de muerte a un gobierno que nos demostró que cuando existen dificultades da el doble de sus esfuerzos. Y esperemos por última vez que logre la profundización que muchos apoyamos y necesitamos para que un futuro gobierno, sea del color que sea, no pueda dar marcha atrás con las medidas políticas, económicas y sociales logradas en esta década.

Por último, para ilustrarte mejor lo de los oligopolios en nuestro país te propongo que veas o recuerdes los productos que compras en el super, en el almacén o en el chino, y pensá si estas colaborando con estas empresas formadoras de precios. Te vas a asustar…